Por Carlos Lazzarini – Especialista en Comunicación Política
El contraste entre el conurbano bonaerense y CABA se mete en la pelea electoral. El tema es histórico y actúa como la evidencia más rotunda de la ausencia de una mirada integral y un adecuado diseño institucional de las regiones metropolitanas.
El tema se coló en plana campaña para las legislativas porteñas. Fue Horacio Rodríguez Larreta quien dijo que “la Ciudad de Buenos Aires se parece cada vez más al conurbano”. Podría haber sido cualquier otro dirigente, candidato o no, porteño o bonaerense. Con su expresión, el ex jefe de gobierno porteño buscó sintetizar el grado de deterioro que, a su entender, sufre la ciudad desde que la gobierna su sucesor, Jorge Macri. La conclusión o interpretación de sus dichos no es caprichosa ni distorsionada de la realidad. Muy por el contrario, no fue una frase soltada de manera improvisada, sino que responde a una estrategia con la que el ex jefe de gobierno intenta apelar directamente a la percepción, a las sensaciones del electorado porteño con el que busca conectar. Graficar, de alguna manera, aquello que supone contrasta con el recuerdo ciudadano sobre su gestión. Fue una secuencia: “La ciudad tienen olor a pis”. La ciudad está cada vez más sucia”. “Fue un error traer a un intendente del conurbano· Y, finalmente, “nos parecemos al conurbano”.
El conurbano siempre aparece como referencia de diversos aspectos negativos. Y más allá de la carga de desprecio e injusticia que connotan las frases y referencias habituales, pone en evidencia la ausencia de un debate clave y fundamental: cómo abordar las diferentes problemáticas que atraviesa el área metropolitana. Un tema verdaderamente ausente, no solo en esta, sino en las sucesivas campañas electorales y en las distintas gestiones de gobierno. Sean de la Ciudad, de la Provincia o de cada uno de los distritos comprendidos en ese gran continuo urbano que sigue expandiéndose.
¿Qué propuestas políticas hay al respecto? Sin duda, un tema del que ningún candidato porteño se quiere hacer cargo, como tampoco ningún gobernador bonaerense. AL menos no de manera integral, profunda y sistemática.
La grieta de la General Paz
Como dijo el reconocido urbanista catalán Jordi Borja en una de sus tantas visitas a la Argentina, “es imposible pensar la ciudad de Buenos Aires sin hacerlo de manera integral, contemplando a toda su área metropolitana”. El tema es tabú en la política argentina y, mucho más, en tiempos de campaña. Sin embargo, lo innovador, lo verdaderamente creativo, sería pensarlo de manera distinta a como se lo viene haciendo desde hace tanto tiempo, sin resultados positivos a la vista. Solo estamos acostumbrados a ver como los sistemas de salud, de educación o transporte, por mencionar solo algunas cuestiones comunes, son materia de disputa entre porteños y bonaerenses. Entre una jurisdicción política y otra. Sin advertir, o ignorando, que para el vecino los problemas no reconocen las fronteras o las pertenencias políticas.
Los temas asociados al conurbano son: clientelismo político, pobreza, necesidades básicas insatisfechas, inseguridad, y otros tantos problemas estructurales. “Me parece lamentable que no existe o prevalezca una política de conjunto entre ambas Buenos Aires” sostuvo Borja hace ya varios años. La frase dispara preguntas actuales que tampoco se quieren hacer los candidatos, o la dirigencia en general, y que están muy lejos de la campaña electoral: ¿Es posible pensar en un plan urbano para la Ciudad, como los que por estos días se debaten los distintos candidatos a la Legislatura porteña, sin contemplar las incidencias posibles en la provincia o viceversa? Subyace cierto consenso en torno a que es mejor no hablar de ciertas cosas. Se podrá esgrimir, para esquivar la encrucijada, que esos temas quedan reservados para los jefes de gobierno. Pero en verdad, es mucho lo que hay que trabajar desde el punto de vista legislativo para abordar el tema que atañe directamente a la gobernanza metropolitana.
Un tema ausente
En ninguna instancia se advierte un accionar político conjunto, algún grado de cooperación interjurisdiccional. Históricamente, cuando se intenta establecer una coordinación entre provincia y ciudad, se habla de políticas sectoriales: seguridad, movilidad, ambiente. Pero sin embargo “la política” en singular, integradora, está ausente. Y como dice Joan Subirats, otro especialista en ciudades, las políticas sectoriales, las agencias temáticas, siempre resultan insuficientes porque unas requieren de otras. En definitiva, se requiere de un grado de institucionalización que implique un abordaje integral. Imaginar un diseño de institucionalidad posible que represente otto modelo de representación de la región o del espacio común. En el mundo, se sabe, se aplican diversos modelos y, a la vez, está demostrado que no hay fórmulas únicas. Sin embargo, todas las grandes ciudades intentan abordar sus problemas de manera integral. Cada país, cada gran metrópolis, tiene características singulares, como también su propia fórmula para abordar la resolución del problema. Pero se reconoce, en todo caso, que se trata de una cuestión ineludible, un tema de agenda política y social. No se gana nada escapándole al debate. Solo denota la falta de audacia, de coraje y la decisión de asumir riesgos. Hay miradas clasistas, cuestiones sociales que deben ser enfrentadas de una vez por todas. Un tema cultural que demanda trabajo, participación, involucramiento. Porque es sin duda un tema real y concreto que afecta la vida cotidiana de los porteños y de los bonaerenses. Representa una realidad que está presente en la cabeza de los vecinos.
La tendencia a nivel global es avanzar hacia un mundo cada vez más urbano. El fenómeno de expansión de las ciudades y la conformación de grandes metrópolis es una realidad que se corrobora hace ya buen tiempo y que persiste. Nada hace prever su reversión. NI siquiera la pandemia lo logró, Por eso hablamos de los continuos urbanos como una realidad que trascienden las fronteras políticas. Como los propios problemas comunes de los vecinos que no reconocen los límites de las incumbencias políticas. Son problemas y punto. Lo llamativo es que, mientras en América Latina la situación de las grandes metrópolis es harto conocida, sea un debate ausente en nuestro país. Lejos de pensar en políticas de cohesión social, se alimenta la división, la falta de respuestas reales, la fragmentación, la postergación o directamente la negación de un problema que requiere ser asumido con responsabilidad y honestidad, más allá de las conveniencias coyunturales.
Arquitectura institucional ¿Cómo hacer para transformar la situación de periferias que dependen del núcleo central? Es ahí donde las políticas urbanas deben contemplar el conjunto de la metrópolis, de la región capital. Esto, si es que se quiere reducir las desigualdades, si se pretende integrar y no expulsar o reforzar las fronteras. La situación solo puede trabajarse si se debate acerca de la posibilidad de contar con una estructura política acorde, una arquitectura institucional diferente para gobernar el área en cuestión. Que pueda atender al conjunto y no solo a las necesidades de una parte de ese todo tan complejo y diverso.